El club de la miseria

 


Durante los últimos 40 años, el mundo estaba dividido en dos partes: una “pobre”, que sumaba un total de 5000 millones de personas; y otra “desarrollada”, en la que se encontraban 1000 millones de personas. El autor, Paul Collier, propone una inversión de las cifras, pues hay 5000 millones de personas que viven en países desarrollados o en vías de desarrollo y 1000 millones estancados en la miseria.

Estos últimos son los llamados países del club de la miseria. Así, el autor nos muestra en “El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo” la situación en la que se encuentra este grupo de países que, debido a diferentes factores, viven y mueren en condiciones de la Edad Media.

Antes de explicar cada una de las cuatro trampas, es conveniente definir qué es la democracia y cómo afecta a la situación de cada país en el club de la miseria. Es fundamental puesto que el sistema político de cada país influirá mucho en las medidas que se tomen y, como consecuencia, en el tipo de gestión que se lleve a cabo. En todo caso, la definición de la democracia ha generado un gran número de teorías y literatura y aquí nos ajustaremos a la idea básica de dicho sistema político: Gobierno del pueblo.

Así, la democracia aparece como la solución a los problemas de seguridad de países pobres e inestables. Para comprobar dicha afirmación, el autor lleva a cabo una investigación en la que intenta encontrar factores que afecten a la seguridad en relación con la democracia. Para sorpresa suya, no hay una correlación fija entre el sistema de gobierno y la violencia política. Sin embargo, descubre que la renta de un país puede afectar al grado de violencia política, garantizando así los pilares de responsabilidad y legitimidad. En efecto, afirmó que, en los países de renta media, como mínimo, la democracia disminuye sistemáticamente la violencia política. En cambio, en los países de renta baja, la democracia hace que la sociedad sea más peligrosa.

La trampa del conflicto, que no es exclusiva de los países del club de la miseria, suele presentarse en forma de guerra civil o golpe de Estado. Éstas son expresiones costosas que suelen resurgir y, así, atrapar al país en la pobreza. Pero antes de comenzar a explicar los conflictos y sus consecuencias, hay que tener en cuenta de dónde vienen las armas ¿son causa o consecuencia de los conflictos? El autor reflexiona e investiga sobre este punto ya que la tenencia de armas es una realidad en el panorama internacional. Aun así, resulta chocante que sociedades muy pobres tengan un número elevado de armas pese a no tener las necesidades básicas cubiertas.

En definitiva, la presencia de armas en el club de la miseria se convierte en un problema que se debe parar lo antes posible y, para bien o para mal, la comunidad internacional puede optar a solucionarlo. El autor propone, por un lado, imponer restricciones cuantitativas a la compra de armas y, por otro lado, vincular una asignación de ayuda a un nivel determinado de armamento.

El segundo conflicto principal que sufren los países del club de la miseria son los golpes de Estado. Éstos no son tan desastrosos como las guerras civiles, aunque también dan lugar a una inestabilidad política que termina afectando al crecimiento económico. Además, una vez que un país ha sufrido uno puede sufrir con mayor probabilidad otro. Al referirnos a las causas, de nuevo hablamos de renta escasa y crecimiento lento.

El autor apunta que hasta ahora los golpes de Estado han sido misiles sin dirección. Él propone el golpe de Estado como presión para cambiar las políticas económicas. Para ello solo habría que cambiarles el rumbo.

Es decir, aprovechar la fuerza y el poder de convicción de los golpes de Estado para así cambiar la situación. Sin duda, esta propuesta no intenta fomentar los golpes de Estado como solución a situaciones políticas poco favorecidas. Sin embargo, pese a que el autor haga notar el potencial de los golpes de Estado para cambiar la situación de un país y que, si se hace bien, puede significar una mejora, no olvida las consecuencias.

La segunda trampa de la que nos habla Collier es la de los recursos naturales que, no siendo una trampa en sí mismos, se convierten en un agente fundamental de conflicto cuando estamos ante países con un sistema político inestable. Habitualmente suele aparecer el efecto del “mal holandés”, es decir, que las exportaciones del recurso natural más boyante provocan una apreciación de la moneda del país exportador restando competitividad a otras que posiblemente podrían tener mejor efecto a largo plazo. En estos países, donde la democracia es prácticamente una fachada, los recursos naturales bajo este sistema político no se administran eficazmente. Con toda seguridad impera la “ley del más gordo”, lo que supone la existencia de corrupción, malversación de fondos públicos y clientelismo político.

En tercer lugar, aparece la trampa de los países sin salida al mar y con malos vecinos, que, como las otras dos, no es una trampa en sí misma. Ésta se convierte en una trampa cuando la relacionamos con otros factores; como, por ejemplo, no tener recursos naturales para exportar. Un dato interesante es que de los 1000 millones de personas que viven en los países del club de la miseria, 380 millones viven sin salida al mar (la mayoría en África). Por lo tanto, tener o no salida a la costa es una diferencia relevante para estos países. En este caso, los vecinos fronterizos se convierten en sus mejores aliados.

Como países sin salida al mar, la dependencia del país colindante es esencial para el crecimiento económico y posterior desarrollo social y político de su país. En otras palabras, sus vecinos son la vía para salir a otros mercados y también son el mercado en el que pueden vender sus productos. El problema de los países que se encuentran en este contexto es que tienen economías muy proteccionistas.

En último y cuarto lugar aparece la trampa del mal gobierno, es decir, la posibilidad de que uno de estos países sea un Estado fallido. Ésta tampoco es una trampa en sí misma, pues si la economía de un país va muy bien, las malas políticas y la corrupción no son tan importantes. De hecho, en algunos países la política importa tan poco que la mejor recomendación es que los políticos no hagan nada. Por lo tanto, para hablar de trampa del mal gobierno se debe estudiar cada caso concreto. Además, un mal gobierno suele ser interesante para algunos miembros de la sociedad, como los líderes políticos que hacen y deshacen a su antojo.

Lo realmente interesante es que, de los 1000 millones de personas más pobres del mundo, más de 700 millones viven en países que son o en algún momento han sido Estados fallidos.

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