La hiperinflación alemana de 1923

 


El primer acontecimiento significativo de principios del siglo XX lo encontramos en la hiperinflación alemana de 1923. Los orígenes de esta crisis económica alemana empiezan a fraguarse desde el inicio de la primera Guerra Mundial (1914) ya que los enormes gastos militares fueron financiados con emisión de deuda que se pretendía devolver con los recursos obtenidos en los países ocupados. Al perder la guerra, Alemania se encontró con el problema del sobreendeudamiento, no podía devolver la deuda y su moneda se devaluó a la mitad. 
Aunque en un principio hubo algunas consecuencias positivas (competitividad, salarios e inversión), se estaba generando el germen de una gran crisis financiera. Había que afrontar la reconstrucción del país y los desperfectos ocasionados por la guerra, con una gran subida de precios alimenticios y había que asumir las duras condiciones impuestas en el tratado de Versalles de junio de 1919, que según Keynes eran intolerables y humillantes, consistentes en sanciones, ocupaciones y pérdidas territoriales (Alsacia, Lorena, Silesia y las colonias). Se trataba de compensar a los aliados de las pérdidas ocasionadas por la guerra.

La respuesta de Alemania fue emitir billetes inyectando dinero al mercado, provocando una mayor inflación. En relación con los tipos de interés, al financiarse con deuda con tipos por debajo de la inflación, no pudo contener el déficit y provocó la devaluación del marco. Los inversores apostaron por monedas más fuertes o por el oro, y se produjo la ruina de los ahorradores.
 La moneda del Imperio alemán había sufrido una grave pérdida de valor real y de poder adquisitivo, pues el gobierno germano emitió papel moneda para hacer frente a sus necesidades derivadas de la guerra, llamando Papiermark a estas nuevas emisiones. Debido a las urgencias nacidas del conflicto, el Papiermark carecía de respaldo en oro y no era convertible en este metal precioso, lo cual era una situación inusual para la época, donde el esquema del patrón oro requería que todas las emisiones de papel moneda de un país estuvieran respaldadas en oro, precisamente para garantizar su valor.

Dado que la economía alemana había quebrado y era tarde para tratar de subir los tipos, se optó por el cambio de moneda como mejor solución. Alemania había caído en una trampa de liquidez, igual que le sucedió a Japón a finales del siglo XX, lo que indica que las repercusiones de una política de tipo de interés e inflación pueden llevar a las mismas consecuencias en diferentes contextos políticos e históricos.

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